Siempre que hablamos de autoconocimiento, muchas personas nos dicen que no saben por dónde empezar. A pesar de que sabemos que la mayoría de las respuestas están dentro de nosotros, es como si estuvieran encerradas con llave y no tenemos ni idea cómo abrir esa puerta para acceder a ellas.
Es por eso que seguimos buscando todas las respuestas afuera. Le preguntamos a nuestro mejor amigo o amiga qué haría en esa situación, pero siempre hay una parte de su respuesta que no nos convence (¡Qué tan raro!). Leemos libros que nos aseguran el amor, el dinero o la felicidad, y aunque a veces aprendemos cosas interesantes, la mayoría de las veces eso que leemos se queda como conocimiento vacío que nunca utilizamos o que creemos saber, pero que no somos capaces de aplicar. Y entonces nos empezamos a sentir mal con nosotros mismos por no lograrlo y a preguntarnos si hay algo que no funciona bien en nuestro interior.
Desde luego, por más que las ideas y consejos de otros parezcan una llave, no necesariamente logran abrir la puerta a nuestro interior. Es por eso que el primer paso para empezar a conocernos es aceptar que hay muchas cosas que no sabemos de nosotros mismos y entender que la salida rápida de preguntarle al mundo exterior no es la mejor.
Esto no significa que tenemos que aislarnos del mundo y nunca más pedir la opinión de nadie o no leer ningún libro o artículo. Más bien, se trata de aprender a contar con esos apoyos externos, pero entendiendo que sus opiniones y consejos son útiles solo si estamos en capacidad de ponerlas a dialogar con nuestras propias opiniones y deseos internos. Si no lo hacemos así, sus opiniones se pueden convertir en guías vacías y descontextualizadas que no se ajustan a nuestras verdaderas necesidades y deseos.
Justamente por eso, cuando trabajamos con el Eneagrama, no podemos esperar que sea alguien el que nos siga nuestro tipo de personalidad o nuestras tendencias de pensamientos, sentimiento o acción. Por más capaz que sea el profesor o por más que alguien nos conozca de toda la vida, su opinión está sesgada por sus propias experiencias y nosotros somos los únicos que podemos conocer verdaderamente nuestra motivación. Conocernos es un proceso interno que necesita que busquemos primero las respuestas en nosotros y podamos poner a conversar eso que vemos en nuestro interior con las opiniones externas de esas personas que pueden conocernos o que conocen ampliamente la teoría.
Solo cuando aceptamos con humildad que tenemos mucho por conocer de nosotros mismos, podemos empezar a acercarnos a las preguntas de otra manera. No ya con la necesidad neurótica de saberlo y controlarlo todo, sino con la apertura necesaria para que las respuestas vayan apareciendo de manera natural y auténtica de nuestro interior.
Pero esto no significa que solo con aceptar que no sabemos muchas cosas de nosotros mismos, las respuestas que buscamos empiecen a aparecer por arte de magia. Algunas personas esperan tener una epifanía y que, mágicamente, la respuesta aparezca en sueños como una revelación instantánea. Y aunque esto pueda pasar, ¡raramente sucede!
Lo que sí puede empezar a suceder es que algunas de esas respuestas que buscamos vayan surgiendo de diferentes maneras. A veces pueden aparecer de manera racional, como ideas o palabras en donde entendemos lógicamente la situación. En otros momentos, esas respuestas aparecen de manera más emocional y sabemos, por nuestras sensaciones, cuál es la respuesta. Otras veces, incluso, será una certeza intuitiva que nos permite tomar decisiones sin dudas y con mucha claridad.
La invitación es, entonces, a abrirnos a las preguntas sin suponer que ya sabemos todo y sin tener que resolverlas ni de inmediato ni únicamente de manera racional. Solo entonces podremos aproximarnos con curiosidad a esas preguntas sobre nuestra identidad, experiencias, deseos, proyectos, emociones, cosmovisiones y motivaciones.
Somos seres tan maravillosos que, si queremos conocernos, tenemos que abrirnos a toda nuestra complejidad y aceptar que hay más cosas en nuestro interior de lo que imaginamos. En ese proceso entendemos, además, que no solo hay cosas por descubrir, sino muchas otras por construir, pues no somos seres determinados y definidos, sino seres en constante construcción y descubrimiento.